miércoles

Una eternidad de objetos sin dueño

Adoro salir a caminar de noche, cuando no hay avatares a la vista. Aunque siempre puede haberlos. Me gustan los ruidos lejanos, aunque sé que están programados, como todo aquí. ¿Solitario? No. Es una especie de terapia. Hoy pensaba que posiblemente este software tenga una función que desconocemos y que consiste en registrar absolutamente todo lo que sucede, convirtiendo al programador en una especie de dios digital.


Es siempre el mismo sueño, tan antiguo como la humanidad. Estás sólo en el mundo, todo a tu disposición. Toda la ciudad inmóvil. Como en Los espejos negros de Schmidt. Un mundo desolado, dehabitado. Lleno de rastros. Cada elemento es un signo, tiene la impronta de un gesto que lo congela en su eternidad de objeto ya sin dueño.

Bueno, si en mi fantasía ya nadie golpeará en mi puerta, entonces soy el dueño de todo. Pero esa perspectiva no es feliz. Todo lo contrario.

¿Cuánto mide este planeta? ¿No te lo preguntas? Pues lo bueno es que puedes darle la medida que quieras. Por más pixeles que se interpongan, la medida está en tu imaginación, como siempre. La magia comienza cuando descubres a quien la compartirá contigo.